sábado, 23 de junio de 2012

La sombra de la mafia vuelve a posarse sobre las carreras de caballos


¿Han heredado Los Zetas la afición de los
 mafiosos por las carreras de caballos?


Durante mucho tiempo, el mundo de las carreras de caballos ha tenido fama de ocultar un lado turbio.
Mafiosos célebres de otra época como Al Capone o Meyer Lansky eran aficionados a las apuestas y fueron acusados en Estados Unidos de amañar carreras y de lavar su dinero comprando hipódromos y establos.
Por ese pasado sombrío, a los expertos no les parece extraordinario que una de las mayores organizaciones criminales de nuestro tiempo, Los Zetas, haya podido elegir ese espectáculo como negocio de fachada.
La policía estadounidense detuvo esta semana a José Treviño, dueño de Tremor Enterprises, que durante años usó dinero del mencionado cartel mexicano para comprar caballos, establos y un hipódromo en Nuevo México, según las autoridades de EE.UU.
Treviño, hermano del supuesto líder de Los Zetas, Miguel Ángel, levantó sospechas al alcanzar un rápido éxito en el negocio, con inversiones millonarias en un momento de crisis para estas carreras.
Los mejores caballos de competición son comprados por altos precios que oscilan entre US$10 y US$20 millones, según los expertos.

Lista negra

La vinculación con Los Zetas podría afectar a la reputación de un espectáculo que ha perdido en EE.UU. la popularidad de antaño pero que aún así, siempre ha sobrevivido a su asociación con personajes sórdidos y a las acusaciones de arreglo de carreras.
Algunos de los mayores criminales de EE.UU. lavaron su dinero de forma parecida a la que supuestamente habrían empleado Los Zetas, según le dice a BBC Mundo Steven Riess, profesor en Northeastern Illinois University.
Riess, que ha estudiado la relación entre deporte y crimen organizado, dice que personajes como Al Capone, quien fue dueño de varios hipódromos, buscaban prestigio y dinero fácil.
Meyer Lansky, conocido por ser el contacto mafioso del gobernante de facto cubano Fulgencio Batista, era propietario de un hipódromo en La Habana y del famoso Gulfstream Park, de Florida, agrega Riess.
Las apuestas en las carreras de caballos movían millones de dólares y podían ser amañadas de varias maneras, como por ejemplo comprando a los jinetes o dándoles comida en mal estado a los caballos, según Riess.
"En una ocasión, en los sesenta, un caballo fue cambiado por otro y para que no se notara le pintaron el hocico de blanco", dice Riess.
Otro notorio narcotraficante, Jon Roberts, que introdujo en EE.UU. cocaína del cartel de Medellín en los setenta y ochenta, contó en su libro "American Desperado", publicado en 2011, cómo entró en el negocio de las carreras de caballos porque le permitía lavar dinero y ganar aún más mediante el amaño de carreras.
El arreglo de carreras es teóricamente más difícil desde hace unas dos décadas cuando se endureció el reglamento y se incrementó el número de jueces que vigilan cualquier irregularidad, según Riess. Pero aún hoy siguen surgiendo rumores e investigaciones que manchan la reputación del negocio.
En 2009, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) incluyó a las carreras de caballos en su lista negra de los 12 deportes más susceptibles de recibir dinero sucio, junto con el fútbol, el baloncesto, el críquet o el boxeo.

"Rumores"

El sector se defiende señalando que siempre han circulado rumores sin fundamento que han manchado la imagen del espectáculo.
Dustin Hoffman interpretó en la serie Luck a un
 capo mafioso que quiere comprar un hipódromo.
 
Así lo cree el periodista estadounidense especializado en carreras de caballos John McEvoy, que señala que los aficionados no dudan de la limpieza de la gran mayoría de carreras.
Además niega que exista una relación especial con el crimen organizado y apunta en conversación con BBC Mundo que el dinero negro puede comprar acciones de Wall Street con la misma facilidad que un caballo purasangre.
A la mala fama del espectáculo contribuía la serie que la cadena HBO estrenó en enero, Luck, protagonizada por el doble ganador del Oscar Dustin Hoffman, en la que éste interpretaba a un capo criminal que quiere comprar un hipódromo y organizar apuestas.
Después de que varios caballos murieran durante el rodaje y de las presiones de organizaciones defensoras de animales, la cadena de televisión anunció en marzo la suspensión de la serie.
Es posible que el daño por la supuesta vinculación con Los Zetas se limite a los hipódromos y carreras en que competían habitualmente los caballos de Tremor Enterprises, del tipo Cuarto de Milla (bajos y corpulentos), y que no afecte al circuito más prestigioso de los purasangre.
Pero el sector, que mueve unos US$39.000 millones, tiene otros problemas mucho más graves.
Algunos expertos creen que la principal causa del declive es que hoy es posible apostar en muchos otros deportes.
Señalan que la época dorada de las carreras de caballos, entre los años treinta y sesenta, se debió a que era prácticamente el único espectáculo en el que se podía apostar legalmente.
Con la suavización de las prohibiciones, la aparición de más casinos y de las apuestas por internet, los jugadores han llevado su dinero a otros ámbitos.
La asistencia a los hipódromos lleva años cayendo en todo el país, las carreras han dejado de aparecer regularmente en televisión y los jóvenes han perdido interés. Parte del negocio se está trasladando a campeonatos emergentes como el de Dubái.
Además, los defensores de los animales denuncian que los caballos son drogados para correr más.
Los más catastrofistas han empezado a advertir que el negocio de las carreras de caballos en EE.UU. podría correr peligro de extinción en un futuro no muy lejano.
Probablemente se trate de un pronóstico demasiado pesimista para un deporte que se ha practicado durante milenios, pero con este panorama la noticia sobre la posible financiación con dinero del narcotráfico mexicano no invita al optimismo.

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