sábado, 16 de junio de 2012

Iglesias contra violaciones en el altiplano boliviano


En Atahuallpani, un pueblo del altiplano boliviano a las faldas de los Andes, los servicios de agua potable y electricidad son considerados modernidad antes que necesidad. En medio de este lugar de casas de adobe y techos de aluminio se erige una capilla católica con puertas de madera, ventanales de colores, un altar de baldosas rojas y blancas y capacidad para 50 personas.
Luis Velarde
Pero la decisión de construir una iglesia aquí con la ayuda de varios pobladores no es una casualidad.
Y es que muchos habitantes de este pequeño pueblo creen que con una figura de autoridad -un sacerdote- se podrán reducir los casos de incesto, violación y abortos entre niñas y adolecentes que afectan a los remotos y empobrecidos pueblos del altiplano.
Para llegar a esta comunidad de fuertes tradiciones indígenas hay que manejar más de tres horas desde La Paz por caminos circulares y llenos de nevados, a unos 4.000 metros sobre el nivel del mar. En una zona tan alejada, las autoridades estatales tienen dificultades para actuar.
Según un informe de la agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), la violación en Bolivia "es un problema serio y poco denunciado".

Impunidad

Pese a los esfuerzos de las iglesias y ONGs, "la violencia es invisible y queda impune", indica Andrea Flores, una líder indígena que buscan la igualdad de genero en los pueblos altiplánicos de Bolivia.
"Nadie denuncia, ni siquiera en los pueblos que están a 15 minutos de El Alto -la tercera ciudad más grande del país y aledaña a La Paz" lamenta Flores, presidenta de la organización de mujeres aymaras del Kollasuyo (Omak).
La situación es compleja en estas zonas remotas del altiplano.
"En los talleres que realizamos, algunas mujeres te cuentan que conocen a alguien que se ha casado con su agresor para no manchar el nombre de la familia. Además lo hacen porque han perdido la virginidad y creen que nadie más las va a querer", le dice a BBC Mundo Yesica Velarde, representante del Centro de Capacitación y Servicio para la Mujer (Cecasem).
Esta ONG ha ayudado a denunciar a varios agresores, pero lamenta que lo más "común es que las denuncias se hagan a nombre de un tercero".
Hablar en tercera persona es común al menos en Atahuallpani. Cuando Zara Yanarico, su hermana Rosa, Brilla Canaviri y Pastora Quispe, fueron elegidas por las mujeres del pueblo para hablar sobre el tema con BBC Mundo, sólo mencionaron casos de lugares aledaños.
"Hemos escuchado que a un niño lo golpearon", "hemos escuchado que una jovencita abortó", "hemos escuchado de una violación", dijeron las mujeres que miraban de reojo al esposo de Zara, quien a veces intervenía por ellas cuando respondían a preguntas sobre la vida en el pueblo.
"Las mujeres aquí son un poco tímidas, un poco cerradas y el hecho de que te cuenten este tipo de cosas es abrirte a un mundo que para ellas siempre ha sido privado", explica Velarde, quien ha trabajado en esta región por más de tres años.
Agrega que la violencia en esta región es medida de una forma diferente, ya que las mujeres sólo consideran que fueron abusadas cuando tienen que ir al hospital, su pareja les dejó una cicatriz o una incapacidad.
"Por ejemplo, el hecho de que tu esposo te obligue a tener relaciones sin tu consentimiento es normal, ya que creen que deben cumplir su rol como mujer", señala.

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